Tú, el algoritmo y ese post que nadie entendió
- Fetén
- hace 16 minutos
- 2 Min. de lectura
(Spoiler: no es culpa del algoritmo)

Todos lo hemos visto. Ese post que alguien sube con orgullo, esperando aplausos, likes y conversiones… y lo único que recibe es un silencio incómodo que ni el algoritmo se molesta en maquillar.
La culpa, claro, siempre es del algoritmo.
O de los horarios.
O de que “Instagram ya no muestra nada”.
Pero no.
A veces —solo a veces— el problema es que el contenido no dice nada. O peor aún: dice algo que nadie quiere oír, con un tono que nadie quiere escuchar y en un formato que nadie pidió.
La sobreproducción del sinsentido
En un mundo saturado de contenido, no gana quien publica más, sino quien dice algo con sentido.
Pero muchas marcas todavía viven bajo la lógica del “sube por subir”, “reel por algoritmo”, “hashtag por si acaso”. Resultado: una montaña de contenido indistinguible, genérico, masticado por ChatGPT y escupido en Canva.
El problema no es la tecnología.
El problema es no tener una estrategia editorial que diga:
—“Esto somos.”
—“Esto no somos.”
—“Esto vamos a contar.”
—“Y esto vamos a dejar de fingir que importa.”
Editorializar o morir
Detrás de cada marca memorable, hay un criterio. Una voz. Un filtro que separa lo brillante de lo prescindible.
Eso se llama estrategia editorial.
Y no, no tiene que ver con decidir si hoy toca carrusel o reel.
Tiene que ver con tener algo que decir. Y decirlo bien. Con identidad. Con ritmo. Con dirección.
Porque puedes pagar campañas, contratar influencers, usar IA o publicar cinco veces al día.
Pero si no sabes quién eres, el algoritmo tampoco va a salvarte.
Nuestra sugerencia (no pedida, pero igual te la damos)
Antes de subir otro reel que nadie va a entender, tómate un café (o un mate, si sos de los nuestros) y pregúntate:
• ¿Qué quiero contar?
• ¿Por qué lo estoy contando?
• ¿A quién le importa?
• ¿Es esto fiel a mi marca o es solo ruido?
Y si después de esas preguntas el post sigue sin tener sentido, tranquilo.
En Fetén, estamos para ayudarte a repensarlo, reescribirlo y reencaminarlo.
Con criterio. Con humor. Y con mucho menos ego que ese gif de “Hola mundo” que te estás por subir.